Cuando el centro del mundo estaba en el bar de la Trini

Publicado: noviembre 12, 2023 en Uncategorized
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DE VUELTA A MAJAELRAYO 27 AÑOS DESPUÉS

Me recibe el recuerdo de un mundo perdido, de lo que no soy y de lo que creí haber sido. El mundo, mi mundo, empezó a girar un verano de 1985. Regresar es algo así como vislumbrar la sombra de los que se fueron, oler el vino que derramaba altivo el capitán Atienza y las historias que se encerraban bajo su boina.


En el verano de 1985 un grupo de amigos se suben al coche de línea que ha de llevarles desde la Alcarria al pie de la Sierra Norte de Guadalajara. Tienen 16 años y amontonan en la mochila todo lo que se necesita para afrontar aquel viaje: toda la explosión de la adolescencia y una lata de fabada Litoral. Del eterno verano de la niñez a aquellas carreteras sin rotondas, sin móviles, sin prisas, sin hora de llegada. Y de ahí al puro suelo, a la jara y al pueblo oscuro: Almiruete, Palancares, Valverde de los Arroyos, Majaelrayo y Campillo de Ranas. Arrastran algo más que una pesada tienda de campaña. Llevan acuestas su común infancia en un pueblo de la Alcarria, los veraneos y la merienda que se consume a cada pedalada en aquellos agostos de siesta y bicicleta. Toca ahora lamer las cunetas, inventar el fuego, recorrer senderos de sierra y comulgar con el vino joven de los que sueñan con aventuras nuevas. Fue así, caminando sin riesgo de parecer turistas, como se vieron desgastando la ladera del Pico Ocejón, subiendo al cielo que había sido su horizonte en los largos veranos de cabañas y de trastos viejos que se dejan encontrar por quien bien sabe buscar en los vertederos. El Ocejón estaba ahora a sus pies, la montaña se dejaba arañar la piel por aquellas jóvenes suelas. La cima cada vez más cerca y a sus espaldas el final de un mundo que ya por entonces se apagaba.


Vuelvo ahora, 27 años después, a lo que queda del bar de la Trini, en Majaelrayo. Me acompaña mi hijo a quien deseo que algún día encuentre recuerdos tan luminosos como aquel sol de la infancia. Debe ser esto también cosa de poetas porque, al mirar lo que queda de aquel viejo colmado añoro la parra ahora ausente y el vino que sobre aquel suelo vi derramar al viejo capitán Atienza. Fue en el bar de la Trini, bajo la parra, sentados en sillas de escuela mientras Tomás Atienza pierde la cuenta de los años y de los chatos de vino que lleva. Otra vez el vino al suelo. Grita otra vez Atienza: ¡Lo tiro porque lo pago!


Aquel verano fue el último que pasaron en tinieblas los habitantes de Palancares. De Almiruete a Palancares se recorrió el camino siguiendo la herida que en la tierra dejaban los encargados del tendido eléctrico. En 1985 la luz todavía no se había dejado ver por Palancares. Al anochecer se alcanza por fin el pueblo y lo que queda de sol lo absorbe por completo la pizarra de muros y tejados. Total oscuridad. El rumor de las fuentes vive su apogeo y un paisano responde: «aquí, de momento, el único bar que tenemos es ese caño».

Creo que no hay fotos de aquel verano. Mejor que así sea porque así me obligáis a mirar entre mis recuerdos. Hoy he vuelto al bar de la Trini en Majaelrayo pero ella no estaba, ni la parra tampoco. Alguien me dice que ahora hay dos bares en Palancares. Eso y una carretera buenísima, y alquiler de bicis, y paseos en burro, y un hotel con encanto… 

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