«HOY ES MARIANA», Mariana Eizaga

Publicado: marzo 25, 2024 en Uncategorized
Biblioteca Morata de Tajuña
Biblioteca Municipal Morata de Tajuña

“HOY ES MARIANA”: SUELTA DE POEMAS OBRA DE MARIANA EIZAGA – ABRIL, MES DE LOS LIBRIS en Biblioteca Municipal Morata de Tajuña.

📌 viernes 12 de abril 2024 / 19:00h.

Lectura pública comentada de la obra de esta joven poeta morateña.

La Biblioteca Municipal de Morata de Tajuña continúa en su empeño de fortalecer su comunidad lectora. Todos los habituales de la biblioteca lo saben: NOS IMPORTAN LAS PERSONAS. Gente con impulso creador y dispuesta a compartir obra literaria en este espacio que hace años vinimos en llamar MORATA ESCRIBE y que sigue vivo y accesible a toda esa gente que, como Mariana Eizaga desee compartir parte del impulso que les lleva a escribir y leer con verdadero entusiasmo. Desde sus 18 años, Mariana nos regala esta selección de poemas y reflexiones.

«No sé cuidar mis libros»

Dejo notas a medias, libros sin leer, ojeados por encima, con ese pequeño doblez en las esquinas. «No sé cómo cuidar mis libros». Se arrugan, se manchan, se levanta la pintura de la tapa dura. «No sé cómo cuidar mis libros», porque un día me fui, los dejé en mi mesa, o en una estantería escondidos, porque me daba vergüenza dejarlos a medias, casi como a mí misma, creyéndome solo una mitad, sin completar gracias a tu ausencia, solo una página arrancada de un libro, tirada en mi cama, sin comer ni dormir, sin lágrimas, porque ya no me quedan más.

Y en esta ausencia, fue tan difícil no dejar todo a medias, desempolvar los libros, las estanterías, fue lo más difícil, porque me parecía irónico, ¿no? Este sentimiento de abandono, esta tristeza inagotable, que me dejaba sin fuerzas, me llevaba siempre a pensar que yo era este libro en mi estantería, lleno de polvo, con un marcador puesto porque sí, para hacerme creer que si lo empecé, pero eso nunca fue así. 

Cuando siempre fui mi fin y mi comienzo al mismo tiempo, con o sin pagina entre medias, porque yo puedo prescribir esta historia, pero en mi cabeza existe esta voz que siempre dice que siempre fui ese libro sin leer.

«Mi límite siempre he sido yo«

Mi límite siempre he sido yo y, definitivamente no sé cómo explicar esto que sale de mí, de mi alma, aquello que limita mi ser, mi espíritu lleno de rabia, eso que me mata de hambre y a veces quiere dar un salto, pero el cerebro siempre manda en los temas del corazón, te refrena en ese éxtasis de espíritu que descubres en los momentos más idóneos, encerrada en esta habitación, sin ventanas, puertas ni nada que puedas conocer, donde te dibujas amigos, personas que nunca existieron, te recuerdan que tal vez, pero solo tal vez, pueda quedar suficiente oxígeno para todos, que quizás no estás tan «sola» en este mundo con extraños que llevas años conociendo pero me costó saber que estar «sola» no es malo, a veces solo quiero estar sola conmigo, y eso está bien, cerrarme en banda en este monólogo interno conmigo misma, que siempre se repite estúpidamente, quiero sacarle partido a mi soledad, no siempre significa estar sola, sino estar conmigo y tengo tantas cosas que decirme, perdonarme, y aceptar, porque he estado tantos años temiendo a esto que llaman soledad, hasta que un día me dispuse a abrazarla, a contarle lo que sentía, a veces la invito a mi habitación a leer conmigo, escribir conmigo, y eso está bien, ya que nunca estoy sola, siempre somos ella y yo.

«No dejes de escribir»

No, yo aquí no tengo miedo, yo aquí no duermo, no como,

pero escribo,

me desangro sobre este papel,

marcándolo todo,

con mis dedos de tinta imagino que no tengo miedo,

que la sangre solo es sangre y que este miedo del que te hablo es antónimo a mí,

escribo…

Yo aquí, dormida porque la melancolía me abraza,

porque no conozco la luz, pero sigo durmiendo con las lámparas encendidas,

me ahoga este silencio,

que ya nace en mí, que el corazón late,

pero yo,

ya no sé sufrir,

y esta voz que sale de mí que no me permite decir,

que necesito ayuda,

me encierra,

no puedo huir, porque caigo en este vacío que con los ojos dormidos me dice que yo no pertenezco aquí, que simplemente debería abrir los ojos y dejar de escribir.

«Infinitos”

Si pudiera describir entre anhelos lo que haces con mi alma, podría leer las estrellas indescifrables,

deshabitando todo lo que conoces,

sumida en una galaxia en espiral,

una Andrómeda sentimental.

Pero ninguna estrella,

ningún cuerpo celeste podría hacer conmigo lo que tus ojos cuando me miran,

como Neruda, “lo que la primavera con los cerezos”,

dime amor, si esos hablaran te dirían que son los guardianes de los sueños, de los míos.

Sueña si es contigo,

ella ya no duerme, si no es contigo,

no vivo, si no es contigo,

ella quiere ser una estrella,

una más en esta galaxia.

Déjame ser dueña de eso que haces con tu boca cuando no te gusta lo que ves,

del reflejo color miel de tus ojos marrones,

déjame ser polvo, parte de tu universo,

seamos infinitos.

«Nunca estoy«

«No sé por qué no estoy, a veces siento que no necesitas que esté, y me das un beso largo y me dices que me esperarás, pero no, amor, porque siempre me estoy yendo y eso no es justo para ti, ni para mí. Ya no te lleno, ya no me llenas, y te gustaría saber dónde voy cuando te digo que no estoy, que estoy dispersa, que lloro por mi propia ausencia. También me gustaría saber dónde me fui aquella vez, y las otras cincuenta y nueve veces que lo repetí, pero sinceramente no lo sé, amor. Este vacío que tengo en el pecho, que se hunde más cuando voy a dormir, no se llena, ni con los kilómetros de distancia que recorrí para llegar a este sitio donde me «fui», de donde nunca volví. Odio tanto verte llorar y sentir que este amor que te di no sirvió de nada, pero no se que esperas cuando yo se que me esperas,  que eres mi cómplice de vida, pero nunca te conté dónde estoy. Creo que no lo se ni yo.

 Escribo postales que nunca te voy a enviar, pero puedo estar en Coimbra, sabes que esta ciudad siempre me gustó, o tal vez en Grecia, pero sabes que me da miedo ver este mar tan azul. Quizás volví a Madrid, amo Madrid, estoy en Galicia, en nuestra pequeña isla, mirando a las gaviotas devorar el pan de media tarde que dejaron esos guiris en la arena. Tal vez nunca me fui, pero para ti fue casi eso, porque nunca estoy cuando me llamas, y yo odio verte llorar, amor.»

Sobre la deformidad,

Si la lluvia tocase tu piel y te deshicieras como la tinta en el papel, y nada pudiese

ser arrebatado de ti, ni de tus hojas,

¿te gustaría ser hiedra?

Estar arraigada a un solo deseo, a una sola patria,

como la hiedra, que para ser arrancada tiene que ser podada, hombres con

guantes, podadoras, tijeras enormes, cortando tus raíces, pero la hiedra nada sabía de eso,

solo ya no está,

y vuelve a crecer,

como en tu foto, cuando tenías dieciséis,

y la pared estaba cubierta de un color verde, llena de hiedras que no saben lo que

nosotros sabemos.

Por eso pueden cortarla de raíz,

con esfuerzo, pero siempre la cortan,

y ya no está,

como tú en esa foto, donde ya no eras una niña obsesionada con la palabra

deformidad, que dormía escuchando la misma canción,

pensando en lo difícil que es encontrar de dónde viene la deformidad, si de dentro o de fuera,

saber que la hiedra nunca pensaría en ello, porque es fuerte, porque no conoce de

obsesiones, ni de himnos y patrias,

pero tienes diecinueve,

y definitivamente sabes que la deformidad nada tenía que ver contigo.


Odio este sentimiento que no puede salir,

que no me permite llamarte,

odio esperar a que me quieras, reestructurar pensamientos y entender motivos y razones.

Sobre todo, odio «esperar», esperar ser amada, comprendida de igual manera, que me valoren un poco más.

El amor a medias no existe,

que alguien te quiera un poquito no existe,

que alguien quiera pero no tanto tampoco,

una persona quiere o no.

Y comprender esta fórmula, cómo cuidar sin ser cuidado, cómo sentirse menos siendo mucho más, a veces creo en el cariño por la forma en que amo, y solo por ello.

Se siente cálido, «amo con todas mis grietas», amo en esta casa en la que no fui amada, y no sé cómo lo hago.

Amo en esta casa donde también odio,

amo en esta casa en la que vivo,

pero esto no es vivir,

pero esto no es amor.

«Bocelo III «cigarro»

La última vez que te vi nos quedaban promesas en esa esquina donde nos prometimos un poco de amor. En esa esquina donde el tiempo se detuvo, donde las promesas quedaron suspendidas, seguimos buscando una respuesta en los recuerdos que aún nos abrazan. ¿Pero solo somos niños?

La última vez que te vi empezaste a fumar, la última vez que me viste empecé a creer en mí. También a apreciar las cosas, los momentos pequeños llenos de ilusión, abracé la vida que tanto me costó cuidar, «hay caminos de vuelta a casa de los que nunca te olvidarás», me dijeron.

Pero yo, al contrario, nunca olvidé cuando dijiste que bailar era una exageración. Al día siguiente me pillaste bailando Love Lost de Mac Miller en mi habitación, «me dijiste que bailar es una exageración» y yo bailé más fuerte. ¿Es este mi camino a casa?

Y si no creo que este sí es mi camino a casa: ese camino a casa en el que me enamoré de mi soledad, en el que me di cuenta de que me gustaban las flores y los rastros en las mañanas.

Donde andábamos buscando cosas viejas llenas de soledad, los hombres se comían con los ojos a mi mejor amiga por llevar un vestido verde al rastro. También me di cuenta de que ya no éramos niñas, ¿no dejé de ser una niña cuando me bajó la regla? ¿Es este mi camino a casa? No, mi camino a casa fue mi primer beso o la vez que me rompí un hueso por primera vez, mi camino a casa es ese que hago cuando no quiero estar en mi casa.

También cuando pienso que dijiste que bailar es una tontería, pero tú sí que eres tonto.

Mi camino a casa es cuando perdono y cuando crezco, cuando me dicen que yo no he vivido nada porque soy una niña, «eres muy joven» y usted muy vieja.»

Biblioteca Municipal Morata de Tajuña
Biblioteca Morata de Tajuña

Deja un comentario